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Crónica facultativa y periodismo

La verdad es que no sé cómo empezar. Tal vez, esta pueda ser una. En la carrera de Periodismo de la Universidad del Salvador tengo una obligación académica, como se las denomina formalmente a nivel académico a las materias, que tiene por nombre Diagramación y Programación Periodística. En esta materia nos propusieron leer el libro Frutos extraños de Leila Guerriero y nos dieron una serie de consignas a realizar, entre las cuales se encuentra una que es escribir una crónica narrativa o de perfil tomando como referencia una escrita por la autora anteriormente mencionada.


Yo voy a hablar sobre el periodismo. El libro está dividido en cuatro partes y la tercera tiene ese nombre. De esa sección, elegí la crónica “Sobre algunas mentiras del periodismo” no porque quiera contarlas, Leila Guerriero ya lo hizo y de manera estupenda, sino para tener una referencia de cómo se debe escribir un relato sobre el periodismo.

Muchas veces, los periodistas están en la misma situación que yo en este momento. Esta situación es estar sentado frente a la computadora, con el Word abierto, una hoja en blanco con el cursor titilando en la parte superior izquierda y las manos sobre el teclado a la espera de que se nos ocurra algo sobre que escribir.

Mirás el reloj y ves correr el segundero. Los minutos pasan. La hoja sigue en blanco. Intimida. Es un desafío que hay que superar. Entonces comienzo a escribir lo primero que me viene a la mente. Empiezo a llenar la hoja de caracteres sin miedo a equivocarme, por suerte hoy existe la tecla backspace para borrar lo que escribí si no me gustó o para reescribirlo más bonito.

Antes era distinto, los periodistas se sentaban frente a la Olivetti y si no estaban satisfechos con lo que habían escrito arrancaban la hoja para volver a empezar o para cambiar una palabra por otra que pudiera expresar la frase de manera más decorosa. El periodista y escritor Norberto Firpo escribió alguna vez sobre este tema: “La hoja en blanco era por entonces la más cabal representación del espacio infinito, un abismo pavoroso que embravecía los remolinos del pensamiento y provocaba tanto vértigo como hoy la pantalla en blanco.”