Periodista y Productor de TV. Melómano. Seriefilo. Cinéfilo. Amante de la lectura. Aficionado a la fotografía.

Volviendo a casa, estoy

Hace diez años que estaba esperando este día y por fin llegó. Salí del laburo a la hora de siempre, me subí al auto, tomé la avenida Dorrego en Villa Crespo hasta Córdoba, doblé en Jorge Newbery, pasé por Pol-ka, giré a la izquierda en Álvarez Thomas. El tránsito a esta hora es un infierno, no suelo venir para estos lados en horas pico pero hoy lo ameritaba.


Enseguida agarré avenida Federico Lacroze hasta avenida Del Libertador y ahí doblé para el lado norte. Crucé por el tunel. El tránsito se hacía cada vez más imposible así que me armé de paciencia y me dispuse a disfrutar el viaje hacia el lugar que me esperaba, el que no visitaba desde la final de la Copa América 2011 y que tanto extrañaba.

Fue difícil conseguir un lugar para estacionar pero encontré, claro, con la ayuda de los trapitos a los que tuve que dejarles unos billetes importantes en concepto de "colaboración" para que me cuidaran el auto. Esta vez no me importó nada, accedí rápidamente, no negocié como otras veces. Lo único que quería era llegar ahí, adonde hoy quiero estar.

Caminé cuatro cuadras hasta la avenida Del Libertador, empecé a mezclarme con una marea de gente. Los colores rojo y blanco inundaban los alrededores de ese lugar al que tanto me gusta ir. Hombres, mujeres, chicos, chicas, familias circulaban de un lado a otro pero la mayoría lo hacía hacia el templo. Vendedores de gorros, bandera y vincha, de merchandising, de gaseosa hacían su trabajo.

Pasé los cacheos sin problemas, tenía miedo de no pasarlos. Compré la entrada de reventa pero sabía que era original y que no iba a tener problemas pero uno nunca sabe que puede suceder. La pagué cara, me salió unos lindos pesos pero no me costó más que un par de tickets, en el sector vip fans, que adquirí para ir a ver a Luis Miguel a GEBA cuando vino en octubre pasado y que me salieron casi un sueldo y ni siquiera pude ir. Eso si, no me pregunten lo que hice con esas entradas. 

De todas maneras eso es pasado y hoy es presente. Ya estoy en la puerta de mi casa, ya estoy por entrar al estadio Antonio Vespucio Liberti, ya estoy por volver a pisar una vez más el glorioso Monumental de Nuñez. 

Hace diez años vine acompañado por dos personas a ver la semifinal frente a Boca por la Copa Libertadores, hoy vine solo. Pero no voy a estar solo, voy a estar acompañado, muy bien acompañado, por 59.999 personas más. Vamos a ser 60 mil almas junto a un equipo, un plantel y un cuerpo técnico que buscan volver a llevar a River a lo más alto, como alguna vez lo estuvo y nunca debió dejar de estarlo.

Hoy voy a alentar como hace mucho no lo hacía, vamos a alentar, seremos muchos los que estaremos apoyando desde afuera a los once que saldrán a disputar esta semifinal esperada y soñada que espero tenga un final feliz. 

Aunque siempre, ver a El Más Grande me produce felicidad porque "aunque ganes o pierdas, no me importa una mierda, sigo siendo River..." porque "el día que me muera, yo quiero mi cajón, pintado rojo y blanco, como mi corazón".